martes, julio 17, 2007

Perfume: The Story of a Murderer - review

Muy por el contrario a lo que vimos en Marie Antoinette, el Paris del siglo XVIII era un asco fuera de las cortes: pestilente a más no poder, lleno de hedores y muerte en las calles.

Perfume retrata habilmente con una bella fealdad el contexto en el que nace Jean-Baptiste Genouille, un tipo con una nariz superdotada, capaz de reconocer olores a kilometros de distancia y guiarse a ciegas por ellos. Genouille es al olor, lo que Funes el Memorioso era a la memoria... incluso llegando a parecerse sospechosamente a la clásica fábula de Borges. Bueno, luego de ese lapsus de snobismo literario, sigo: Es tal la obsesión del Super Nariz por los aromas (y su preservación) que termina convirtiendose en un asesino en serie de bellezas virginales cuyos olores deben guardarse para la posterioridad.

Ok, suena bien... y es que esta basado en un libro mega famoso, casi texto de estudio en las escuelas de publicidad, de Patrick Suskind. Pero la película se hace pesada de ver, a pesar de que está tecnincamente muy bien lograda (odio ese adjetivo, pero aplica), es un tanto monotona y no provoca emociones potentes. O sea, es dificil lograr empatía por el protagonista, pero tampoco repugna - a pesar de lo repugnante de sus acciones - lo que finalmente no termina moviendo fibras, ni siquiera los pelos de la nariz. Entiendo que es casi imposible hacer oler a la audiencia, pero hay cintas en las que casi se siente el aroma de la comida que preparan o la vegetacion que la compone, pero en esta, a pesar del titulo (al igual que el protagonista) no hay olor. Y sin olor, no hay pasion, es decir, no se nota un éxtasis tras cada "logro" olorifico. Curiosamente si sucede lo contrario, se retrara muy bien la pestilencia. Quizas sea más facil evocar el asco que el asombro.

Es una buena idea de historia, y la escena en la que Grenouille mezcla perfumes por primera vez para el maestro Baldini (Dustin Hoffman) en su laboratorio privado es seductora. Pero el plot pierde el 80% de su energía cuando el escenario se cambia de Paris a Grasse, donde nada, absolutamente nada puede disculpar la orgística y bizarra escena final en la plaza del pueblo. Quizás el que haya sido calificada por grandes directores que pusieron las manos en el guion como un libro "infilmable" debió servir de excusa al aleman Tom Tykwer (Run, Lola, Run) para desistir el intento. Aunque en una de esas podría haber funcionado en esas salas experimentales Aromarama donde alguna vez intentaron ponerle olores a las películas ¿Por que no? peor no podria haber sido.
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